«Barcos para soñar», relato de la pasión por los juguetes de la Casa Märklin

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La historia de la casa de juguetes Märklin es el relato de una pasión que llevó al alemán Theodor Märklin a convertir los juguetes en auténticas obras de arte. Así se contempla en los nueve barcos que han salido por primera vez de una colección privada francesa para exhibirse en el Museo Naval.

Con un yate de recreo, dos barcos de ruedas, dos buques de guerra, un torpedero, dos trasatlánticos y una pequeña embarcación de pasajeros, «Barcos para soñar» propone un recorrido por el sueño del juguetero alemán y por el del coleccionista francés Gilles Hervé Schneegans, propietario de una de las colecciones más importantes de juguetes de la casa Märklin.

Junto a estas piezas, todas ellas construidas entre 1895 y 1914, se pueden contemplar también farolas, pasos a nivel, coches de caballos, casetas y un tren militar.

Esta es la primera ocasión que los nueve barcos salen de la colección para exhibirse juntos en el Museo Naval, donde el comisario de la exposición y director de la Fundación del Museo Naval, Emilio Aléman de la Escosura, ha establecido un diálogo entre los barcos de juguete y los barcos reales en los que se inspiraron.

Así, cada uno de los modelos se acompaña de maquetas originales y de pinturas procedentes de los museos navales de la Armada, que permiten contemplar cómo las piezas de Märklin se ajustaban a la realidad.

Según el comisario, esta es una de las pocas ocasiones «en que vamos a poder contemplar estos juguetes, que fueron creados para la diversión de los niños de la alta sociedad.

A raíz de la Reforma Industrial europea aparecieron en los estados alemanes numerosos pequeños comercios y talleres fundados con el impulso familiar, que tenían una clara especialización en sus diferentes iniciativas. El sector juguetero no estuvo al margen del fenómeno.

En 1859, el herrero y hojalatero especializado Theodor Friedrich Wilhem Märklin creó una estufa de juguete, a escala, en hojalata y donde realmente se podían cocinar platos de comida, como accesorio para una casa de muñecas.

Sólo un año más tarde y debido al éxito obtenido con sus miniaturas en hojalata, la familia tuvo mudarse a una vivienda más grande dentro de la pequeña ciudad real de Wurttemberg de Göppingen, Alemania.

Tras su temprano fallecimiento en 1866, fue su esposa y más tarde sus hijos Eugen y Karl quienes se hicieron cargo de la fábrica, pasando a denominarse Gebruder Marklin (Hermanos Märklin).

La compañía inició su expansión gracias a la asociación con el prestigioso fabricante de juguetes Ludwig Litz, propietario de la casa Ellwagen, que impulsó el aumento de la demanda y de la producción.

Un año más tarde se une a la empresa otro conocido fabricante de juguetes, Emil Friz. Märklin incrementa su mercado hasta exportar el 80 por ciento de su producción e inició el diseño de sus modelos navales.

En 1904 compró la matricería de Rock and Granner, y se convirtió ya en la empresa juguetera más potente del mundo, la única nacida en el siglo XIX que se ha mantenido viva hasta hoy.

La técnica de fabricación se basaba en la unión de diversas piezas de lata mediante soldadura de estaño y un acabado de pintura elaborada a partir de pigmentos naturales con aceite y secativos.

La belleza de las reproducciones, que reinterpretaban los barcos contemporáneos, la aplicación de técnicas artesanales para la fabricación de modelos en serie, la solidez de sus cascos, la calidad de sus mecanismos de resorte y la característica pintura a mano han convertido estas piezas en referencia para documentar la historia del juguete del primer tercio del siglo XX, su edad de oro. En la exposición se puede contemplar también una selección de los Catálogos de Productos que Märklin empezó a publicar en la primera década del siglo XX. Estos catálogos, pertenecientes también a la colección de Gilles Hervé Schneegans, no estaban dirigidos al público, sino sólo a los distribuidores de la firma.

Mila Trenas.

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